Escribe Luciano Pereyra-profesor encargado del archivo Municipal de la ciudad de Villa Nueva

 

 

El Origen, surgimiento y ¿fundación? De Villa Nueva

La zona comprendida por el actual departamento General San Martín, era denominada “Partido de Río Tercero” hacia 1776 conformado por distintos parajes o pedanías que coincidían con Postas o capillas. Podemos mencionar:

  • Arroyo las Mojarras.
  • Esquina de Castillo.
  • Esquina de Zarate.
  • Paso de Ferreira.
  • Puesto de Ferreira.
  • Fraile Muerto.
  • Capilla de Rodriguez.
  • Punta del Agua.
  • El Salto.
  • Capilla de Yucat.

Desde el censo de campaña de 1813, podemos observar que el “curato” tercero Abajo estuvo habitado por familias tradicionales como: Carranza, Casas, Lazos, Correa, Porcel de Peralta.

Los primeros historiadores, Juan Manuel Pereyra, Luis Roberto Altamira investigaron sobre los orígenes de nuestra ciudad, finalmente Pablo Granado fue quién profundizó la búsqueda en el archivo histórico provincial.

En su libro “Villa Nueva un pueblo con historia” hace un completo y minucioso recorrido por los primeros pobladores y pioneros de estas tierras.

En la presente investigación, partiremos desde el año 1814, en donde Manuel Bustos, esposo de Bonifacia Moyano vendió a José o Josef Tomás Carranza, una legua de terreno desde el río y lindando hacia el oeste con el terreno de la familia Lazos y al este con los terrenos que estaban en disputa entre Bonifacia Moyano y Manuel Correa. En esta porción de tierra se fundó Villa Nueva, si es que alguna vez fue fundada, porque nunca hasta nuestros días se encontró un acta o documento que acredite dicho acontecimiento. Podemos hablar de un reordenamiento territorial gestado por un gran estadista como Juan Bautista Bustos.

En el diario “el Sol” de 1883-1884 existe una nota en donde dice que la fecha de fundación corresponde al 4 de octubre de 1834.

Recorte del diario “El Sol”

 

Se reconoció la existencia de un trazado para urbanizar el poblamiento irregular sobre la costa del tercero en el “Paso de Ferreyra”.

Juan Manuel Pereyra en el anuario de la Asociación Española de 1930, establece como fecha de fundación el año 1825.

Luis Roberto Altamira hace un repaso exhaustivo de los pobladores del paso de Ferreyra pero sin establecer fecha concreta de fundación.

Finalmente Pablo Granado, estableció como fecha fundacional el 7 de octubre (día de la virgen del Rosario) de 1826.

Si argumentamos con documentos podemos decir que:

  • No existe acta de fundación.
  • La fecha estimativa de fundación la podemos ubicar entre 1825 y 1838(año en que se establece la parroquia).
  • José Carranza y toda su familia vivieron en la zona del Oratorio de Nieva, actual zona comprendida por el departamento Unión.
  • Los hijos de José Tomás Carranza nacieron en Paso de Ferreyra pero bautizados en la parroquia Inmaculada Concepción de Fraile Muerto. Todavía no aparece la palabra Villa Nueva.
  • Los primeros bautismos que se asentaron en Villa Nueva son de 1838.
  • En las actas parroquiales de Fraile Muerto, hasta 1836 se menciona a Paso de Ferreyra.

 

El poblamiento de la banda sur del río, en el lugar que hoy ocupa Villa Nueva,  corresponde a las personas que vivían dentro de la estancia de los Carranza: familiares, críados, esclavos, vagabundos, agregados, conchabados, indios cautivados.

El proceso de donación, delimitación y urbanización comienza en 1826 y finaliza en 1840 con el primer censo que menciona a Villa Nueva del Rosario.

 

Podemos distinguir 4 causas por las que se donaron las tierras

  • Políticas: Asegurar la Jurisprudencia pedánea, para que se estableciera finalmente en el nuevo pueblo.
  • Militares: Conseguir la Jurisprudencia de Alzada y comandancia.
  • Administrativas y/o Religiosas: establecimiento de la parroquia, para asentar los sacramentos en una parroquia local.
  • Económicas: revalorización de las tierras que se transformaron en paso obligado de carretas, correos y viajeros hasta la aparición del ferrocarril.

 

Hablar de la familia Carranza es hablar de la fundación de nuestra ciudad. En el censo provincial de 1813, levantado por Renovato de las Casas aparecen 5 hermanos de apellido Carranza, todos en edad de formar parte de las milicias: Victoriano, Bautista, Romano, Apolinario y José del Tránsito.

José Tomás Carranza estaba casado con Manuela Molina, tenían un establecimiento ganadero en el Oratorio de Nieva (actual zona de Morrison) y fueron padres de nueve niños, entre los cuales encontramos a los donantes de las tierras donde hoy está Villa Nueva.

  • Lorenza Carranza
  • Hilarión Carranza[1]
  • José del Tránsito Carranza[2]
  • Apolinario Carranza[3]
  • José Romano Carranza
  • Juan Bautista Carranza[4]
  • Victoriano Carranza
  • María Bernarda Carranza
  • María Francisca Carranza
[1] Donantes de tierras.
[2] Ibid
[3] Ibid
[4] Ibid

Cuando muere José Tomás Carranza, se reparten los bienes. Para Manuela Molina queda una legua del tercero al norte y para los hijos cinco leguas para cada uno.

En la coyuntura denominada la época mitrista, comprendida entre 1861 y 1870 será un hijo de esta familia el personaje destacado de Villa Nueva, el Comandante General del Departamento Tercero Abajo, Salustiano Carranza.

José Salustiano nació en Paso de Ferreyra en 1825 y fue bautizado el 26 de octubre de 1829 a los cuatro años en la iglesia Catedral de Córdoba. Contrajo matrimonio con su prima hermana Peregrina Carranza, hija de su tío Hilarión el 5 de abril de 1850 en la parroquia Nuestra Señora del Rosario previa dispensa por lazos de consanguinidad (eran primos hermanos). De aquí suponemos que surge la leyenda de las tumbas paradas y los primos, casarse entre personas con lazos de sangre era muy común en una sociedad donde muy pocas familias habitaban la zona.

Fue maestro de posta en la década de 1840, Juez de Alzada cuando se juró la Constitución en 1853, rival político de José Victorio López quién junto a otros rebeldes saquearon su propiedad y caballeriza en las intentonas lopiztas de 1857 para recuperar el poder luego de la caída del rosismo, su vivienda se encontraba en la actual esquina de San Martín y Mitre.

Actual esquina de San Martín y Mitre donde se encontraba la vivienda de Salustiano Carranza

 

Carranza fue el encargado de levantar el censo provincial de 1856 en la Villa Nueva del Rosario. Leal a Mitre y a Sarmiento, este último se alojó en su domicilio en sus dos estadías en Villa Nueva, en 1861 cuando el sanjuanino era auditor de guerra del ejército porteño y en 1873, ya como presidente de la nación.

Falleció el 14 de abril de 1884, en su partida de defunción podemos leer la expresión: murió de costado, lo que significa que falleció de un ataque al corazón en términos religiosos, fue sepultado en el cementerio público de la parroquia Nuestra Señora del Rosario. Por lo tanto podemos decir que si bien ya se había inaugurado el cementerio San José, todavía se realizaban sepulturas al lado de la parroquia y especialmente si formaba parte de una familia tradicional de la villa.

Acta de defunción de Salustiano Carranza

 

Vale la pena aclarar que los datos relacionados a la fecha de nacimiento no son exactamente precisos porque cuando se produjo el nacimiento de Salustiano los bautismos todavía se realizaban en la parroquia Inmaculada Concepción del Fraile Muerto por eso su bautismo lo recibe cuatro años después en Córdoba y los datos que provienen del censo de 1869 no son necesariamente correctos.

Firma de Salustiano Carranza

 

Familia Freytes

Nuestro primer Intendente se llamó Fernando Freites o Freytes nació aproximadamente en el año 1818, fue el presidente de la primera Corporación municipal, hijo de Martin Freites e Isabel Calderon, tuvo cuatro hermanos: Luisa, Sinforosa, Nieves y Trifona. Vivió hasta sus últimos días junto a su pareja Rosa Puente, con ella tuvo tres hijos: Antonia, Tomasa y Fernando.

Su único hijo varón, Fernando Freytes (hijo), unió su destino con Juana Casas. De esta familia se formó un árbol genealógico que tiene descendencia hasta nuestros días. Hemos tenido oportunidad de colaborar con la recuperación de la línea genealógica de la familia del abogado cordobés Juán Manuel Freytes, quién aportó datos para la presente investigación.

Como Rosa Puente era viuda, vivieron en concubinato. Contrajeron matrimonio en la agonía de la muerte, cuando ambos estaban enfermos de cólera, el 14 de enero de 1868. Fernando Freites murió el 16 y Rosa el 19 del mismo mes. La vivienda de Freytes se encontraba en la esquina de las actuales calles San Martín y Deán Funes sobre la vereda de la parroquia Nuestra Señora del Rosario. En esta esquina funcionó la primera municipalidad en 1857.

 

La primera corporación municipal estuvo integrada por:

Fernando Freytes, Presidente (Presidente de la comisión de seguridad)

Nieves Freytes (hermano de Fernando), Presidente de la comisión de hacienda.

Juan Puentes (cuñado de Freytes). Presidente de la comisión de higiene.

Camilo Ramos. Presidente de la comisión de Educación

Pedro López. Presidente de la comisión de obras públicas.

 

El Coronel Ambrosio Sandes y la familia Freytes

Luego de la batalla de Pavón, el ejército porteño inicia su intervención militar en la provincia de Córdoba, que sería la primera en sufrir la “Pacificación y Reorganización”, Villa Nueva recibe a los coroneles de Mitre, entre los cuales se encontraba el mercenario oriental Ambrosio Sandes.

Cuando se instaló el cuartel general en marcha, entre los oficiales de la expedición se encontraba este personaje, reconocido por la historia villanovense pero indagado escasamente para nuestro parecer. Mercenario al servicio de Mitre pero especialmente de Sarmiento. Tuvo una activa vida social durante su corta estadía en Villa Nueva.

Cuenta Julio Argentino Roca, en su estadía en Villa Nueva con el ejército porteño que Sandes tuvo una trifulca con un montonero local, apodado “calancha”, el cual lo venció perdonándole la vida a pesar de tenerlo a su merced.

Según Ricardo Mercado Luna, nació en Uruguay, estuvo casado Marcelina Fleytas, tuvo un hijo que vivió hasta el siglo XX. En La Rioja también tuvo vinculaciones con Luisa Llanos, que también fue mujer de Pablo Irrazabal (también coronel de Mitre). Si bien desconocemos si se volvió a casar o no, tuvo otro hijo con Paulina Videla llamado Pablo Sandes

Lo cierto es que en el archivo Mitre en una carta de Paunero a Bartolomé Mitre, el primero le cuenta que Sandes se ha casado con la hija del juez de Alzada, una niña de 17 años. No existe en el archivo parroquial acta alguna que confirme este casamiento. La niña era Antonia Freytes. No hemos encontrado el acta de casamiento en el archivo parroquial. Antonia queda embarazada, pero Sandes continúa sus tareas militares en La Rioja o Mendoza, donde finalmente muere.

El 24 de junio nace Isabel Mercedes Cenovia Sandes, hija de Ambrosio y Antonia Freytes. Fue bautizada por Silvestre Ceballos el 5 de julio de 1863 en Villa Nueva. Lo llamativo de esta historia, es que Antonia Freytes se vuelve a casar, pero esta vez con su hijastro llamado Pablo Sandes, fruto de un primer matrimonio del sanguinario coronel. En el acta de casamiento se libra la dispensa por “copula ilícita”.

Otro aspecto que obtenemos del documento, es que Antonia deja de apellidarse Freytes y recibe el de la madre: Puentes. Fernando Freytes no aparece en el acta como padre. ¿Habrá retirado su apellido por deshonor? Solo ellos lo sabrán. Esto ocurrió el 28 de agosto de 1866. Pablo Sandes, hijastro y esposo de Antonia Freytes, muere durante un malon en el año 1868, según el colono inglés Richard Seymour:

“el 26 próximo pasado invadieron los indios Laguna honda (sic) estancia de los Freytes donde asesinaron al joven Don Pablo Sandes, hijo del finado Coronel Sandes…”

La hija de Antonia Freytes y Ambrosio Sandes, Senovia, contrajo matrimonio con el futuro jefe político Macario Casas, el ocho de diciembre de 1884, dando origen a una de las familias tradicionales y con descendencia hasta nuestros días.

 

 


 

Joaquín Pereyra Domínguez

Villa Nueva, su morada eterna

El constructor inicial. El pensador de Villa María, olvidado por la mayoría de los villamamarienses del siglo XXI. Aquel que tanto luchó por la independencia de Villa María, aquel que ideó la ciudad que es en el presente, hoy sus restos mortales se encuentran en Villa Nueva. Lo paradójico de esta historia trataremos de explicarlo en este breve informe.

Si bien, la mayoría de los historiadores villamarienses consideran a Manuel Anselmo Ocampo el fundador de la Villa, el hombre que realmente proyectó a la incipiente aldea como un centro urbano independiente de Villa Nueva, va a ser justamente Pereyra y Domínguez junto a su socio Marcelino Arregui.

Nació un 30 de Diciembre de 1847, en San Salvador de Sotomayor, Distrito de Redondela, Provincia de Pontevedra, España, llegó a la Argentina, entre 1865 y 1866, se radicó primero en Villa Nueva, donde obtuvo empleo en la importante casa de comercio perteneciente a los Señores Boyer, Puente y Cía.

Tuvo una clara visión del progreso en relación al paso del ferrocarril, adquiere un amplio solar en Villa María, (esquina de las actuales calles Mitre y Buenos Aires). Allí levanta rápidamente un edificio en el que luego instala un comercio, integró la “Comisión de Instrucción y Obras Públicas”, antecesora de la Municipalidad Autónoma, quien edificó el salón para la primera escuela, donde luego inició sus actividades la primera Capilla y más tarde, la Municipalidad, en la calle Mendoza 852, frente a la plaza del Este, (actual Independencia, única delineada en el primer plano; el de 1867).

Trece años después de fundada Villa María, Joaquín Pereira y Domínguez, con su amigo, Marcelino Arregui, llegan a un acuerdo con Manuel Anselmo Ocampo, este vendió sus campos, de dos por dos leguas de lado, incluido el pueblo que estaba dentro de los límites del mismo. Pereira y Arregui modificaron el primitivo plano de 1867, y, a partir de la actual calle Estados Unidos, les agregaron dos hileras más de manzanas hacia el Sur-Oeste, llegando así a los actuales Boulevard Italia-Cárcano. (el plano de 1867 tenía 109 manzanas; éste, de 1880, 135 manzanas).

Además, se contempló la ubicación de tres plazas más, es decir, la del Oeste (de Ejercicios Físicos) la del Norte (Centenario) y la del Sur (San Martín). Solicitaron también que, en el nuevo plano que han presentado, se anule por obsoleta, la calle de “Santa Clara” (actual Garibaldi). Además de alambrar el histórico Paso de Ferreyra, por donde se vadeaba el río.

se debió ensanchar la calle Corrientes hacia el puente, quedando así formada la actual Avenida Dante Alighieri que abreviaba y aliviaba el recorrido de los habitantes de ambas villas hacia uno y otro lado. Ya no se tendría que atravesar el río en canoas o chalanas con las periódicas crecidas, y hacía imposible su cruce a caballo. Además, aunque nadie lo soñaba aun, pocos años después, (1887) y mediante ese puente, tendrían un medio de transporte que lo revolucionó todo, el “Tranway Olmos” tirado por caballos.

Don Joaquín Pereira y Domínguez contrajo matrimonio con Doña Elisa Cardama, el 12 de abril de 1875, en la Parroquia de San Salvador de Sotomayor.  Doña Elisa había nacido en Villa Redondela, (Pontevedra) y sus progenitores fueron Don Ramón Cardama  Iglesias y Doña Josefa Calvete.

A principios de la década de 1880 construyó una imponente “Casona” en la esquina de las actuales calles Mitre y Corrientes, (hoy edificio del Concejo Deliberante). Dentro de su actuación política debemos recordar que Don Joaquín integró el Consejo Deliberante durante dos períodos, el primero desde 1883 a 1887 y continuó hasta finalizar 1891.

Por 1890 la crisis económica y política azotaba a nuestro país, el Unicato de los Juárez caía a pedazos; la desesperación se adueñaba de los de menores recursos y en lo social, todo se estaba desintegrando. Se paralizó la obra privada y los habitantes de la villa emigraban, se sentían abandonados a su suerte, y como para paliar esta situación, se imprimieron “Bonos Agrícolas”, bonos que los que los recibían, usaban inmediatamente para saldar sus deudas con la municipalidad, cosa que desbordó todo, ya que éstos, los que quedaban en manos de las autoridades municipales, no los querían recibir nadie por su desvalorización.

En ese estado de cosas, ocurrió lo que nadie esperaba, el ataque (nunca aclarado), por cuestiones personales, económicos o pasionales dirán otros.

Pereyra y Domínguez fue asesinado con un arma de fuego en la puerta de su casa sobre la actual avenida Sabattini, el día 13 de noviembre de 1890, así, trágicamente, se cerró la vida del principal propietario de estas tierras, del impulsor del progreso de Villa María. Desaparecido Don Joaquín, su esposa Elisa, continuó con esa tarea. Elisa Cardama lo sobrevivió en el tiempo. Concretó donaciones para el Hospital Pasteur, para las escuelas, para nuestra Iglesia y también para el Asilo del Patronato de la Infancia. Asimismo, la Asociación Española de Socorros Mutuos de Villa María y Villa Nueva le debe muchísimo a esta Dama, por lo que se la distinguió con el título de Madrina y luego, con el de Socia Honoraria Perpetua, falleció 22 de marzo de 1951, a los 92 años. Sus herederas, María Elisa Pereira de Pérez y María Elisa Pérez Pereira entregan trueque mediante, y por medio de la Escribanía de la Doctora María Josefina González Muiños, la propiedad de calle Corrientes y Mitre, al Obispado de la ciudad, habiéndola ocupado los Señores Obispos Monseñor Alberto Deane, Monseñor Cándido Rubiolo y Monseñor Guillermo Disandro.

El 13 de octubre de 1982, esta Sede del Obispado es transferida a la Municipalidad local, donde por un tiempo funcionó allí, la Biblioteca Mariano Moreno conjuntamente con el Honorable Consejo Deliberante de la ciudad, quien ahora es el único ocupante.

El Mausoleo que los herederos tenían en el Cementerio “La Piedad” de Villa María, fue profanado en sus objetos religiosos y ornamentales, por esto, decidieron trasladar los restos al cementerio “La Naturaleza” de Villa Nueva.

Aquel que llegado a la Argentina, comenzó su vida laboral acumulando riqueza, trabajó para quitar el rol protagónico de Villa Nueva y logrando su cometido posicionó a Villa María como centro estratégico del centro del país, aquel que fue olvidado por sus coterráneos y descendientes , asesinado en la puerta de su casa, sin que la historia todavía aclare lo acontecido, estableciendo múltiples hipótesis, aquel inmigrante de Pontevedra, hoy descansa en Villa Nueva, la vieja comarca, antigua aldea rica y señorial  lo recibe en sus entrañas, en este caso hacia el descanso eterno.

 

 


Villa Nueva y Villa María, ¿Por qué dos ciudades?

 

El comienzo de la obra del nuevo puente, nos invita a pensar nuevamente, en el destino común de Villa Nueva y Villa María, en la necesidad de facilitar el movimiento entre ambas ciudades, también interpretar la dinámica de una sociedad que trabaja, vive y se educa en ambas márgenes del río. El objetivo de este informe, es analizar principalmente los conceptos de conservadurismo y liberalismo que nos permiten acercarnos al origen ideológico de dos centros urbanos diferentes.

Hablar de Villa Nueva y Villa María es hablar de dos ciudades, dos proyectos, dos idiosincrasias. La posta y el ferrocarril, clericales y laicos, Ventura Soto o Pereyra y Dominguez, Alem y Alumni, los carnavales y el festival de peñas, conservadurismo y liberalismo, tradición y progreso, “El Sol” y “La Verdad”, Granado y Pedernera o “Juán Candela” y “Angel Figurino” (seudónimos de ambos).

Es muy común, que nos preguntemos o un foráneo lo haga… ¿por qué son dos ciudades? Si parece todo lo mismo.  Los medios o vías de comunicación, así, como traen el progreso, desechan lo tradicional. En el caso de Villa Nueva, La posta y el tránsito de carretas, diligencias y troperos, dejó de ser rentable, nuestro pueblo quedó a contramano de las nuevas vías comunicacionales.

                       Para los conservadores, la tradición es entendida como una forma de comportamiento, un modo de entender la libertad, una manera de organización social y política. La tradición tiene que ser respetada, mantenida y fomentada. La tradición es el centro del Conservadurismo. Esa tradición tiene una serie de valores, son los límites y las reglas en la que ha de desarrollarse la vida social e individual, por lo que la libertad estará circunscripta siempre a los valores tradicionales. El conservadurismo intenta mostrar que la tradición propia es superior a las demás y transmitiendo esta valoración a toda la sociedad bajo el nombre de “patriotismo”, que también puede recibir la denominación de “localismo” en un sentido amplio.

Los conservadores consideran que los grupos sociales son la estructura básica de la sociedad. La familia es el cimiento de la realidad e institución inmutable por ser obra de la naturaleza, pero el asunto no acaba en la familia, sino en una afición por exaltar que todos los grupos sociales tengan cierta antigüedad. Ellos son los engranajes de la sociedad.

En cuanto a la valoración del cambio el Conservadurismo siempre ve todo tipo de cambio con todas las cautelas. Los conservadores recelan de todos los cambios y sólo los aceptan cuando son hechos consumados, intentando atenuar al máximo las consecuencias que el cambio puede tener sobre la comunidad o la sociedad. Los conservadores tienen una “edad dorada” dentro de su cosmovisión, un periodo consciente o inconscientemente idealizado, al que siempre pretende acercarse.

Cuando hablamos de tradición, inevitablemente tenemos que acabar hablando de religión. La religión para los conservadores, independientemente de que personalmente sean fieles o no de una confesión, es una fuente de contenidos morales y de cohesión social y control social. La religión, sea en su forma confesional o disfrazada de moral, es la sangre de la tradición y su transmisión a través de la educación es un instrumento irrenunciable para los conservadores, no sólo pretende una convivencia social pacífica, sino hacernos felices según sus preceptos y, en el caso de no conseguirnos la felicidad, al menos garantizarnos la salvación eterna.

 

Para los liberales debe ser no la tradición sino la Libertad lo que ha de ser respetada, mantenida y fomentada, ya que es una característica inherente y definitoria del ser humano, coincidiendo algo en este punto con Karl Marx. La economía, entendida como ánimo de lucro, es el motor de la sociedad, de la historia y el principio de acción de los individuos y todo esto puede ser explicado en términos económicos.

Los liberales sostienen por el contrario que la estratificación social se debe a las acciones de los individuos, a sus éxitos económicos y en definitiva se configura sobre el patrimonio y la renta que el individuo tiene. El Liberalismo, para el cual todos los seres humanos son iguales por nacimiento, considera que la movilidad social es una de las características consustanciales al ejercicio de la libertad, mientras que los intentos de inmovilidad de las estratificaciones pretendidamente naturales son un impedimento para el ejercicio de la libertad.

El Liberalismo se centra en el individuo. Es el individuo el que forma los grupos en uso de la libertad y los abandona. Los grupos se creados como consecuencia de sendos actos de la voluntad libre de los individuos. El individuo es el único actor verdaderamente importante en la vida social y la principal referencia a la hora de organizar cualquier estructura social. Incluir forzosamente a un individuo en un grupo constituye una violación de su libertad. Los liberales, por el contrario, son o deberían ser fervorosos creyentes de la religión del progreso. El Liberalismo encuentra sus fundamentos en la Ilustración, en la creencia que un mayor conocimiento nos haría más libres y mejores, que la ciencia acabaría doblegando las determinaciones y el reino de la necesidad que la naturaleza nos han impuesto durante siglos. Al futuro y no al pasado se debe dirigir la acción humana.

La libertad, para los liberales, domina a los otros valores, de manera que estos solamente tienen importancia si son útiles para proteger, garantizar y ampliar la libertad. El Liberalismo mantiene, o debería mantener, la más absoluta libertad religiosa. Cada individuo tiene que ser libre de elegir la creencia religiosa que quiera, incluso si no quiere elegir ninguna. La separación entre lo religioso y lo político es la mejor garantía para conseguir la libertad religiosa.

 

Surgimiento de Villa María y dependencia comunicacional Villanovense

Las tierras ubicadas al norte del Paso de Ferreyra y que pertenecían a Doña Bonifacia Moyano fueron expropiadas por el gobierno de Manuel López en 1835, y entregadas a Mariano Lozano, que finalmente vende a su sobrino Manuel Anselmo Ocampo, quién tiene datos certeros por sus conexiones familiares y políticas de que el paso del ferrocarril se hará por la banda norte del río. Con la llegada del ferrocarril se planteó un angustioso problema y era que el viejo sistema de transporte en mensajerías, carretas o en tropas de mulas, desaparecería. Una multitud de criollos que dependían directa o indirectamente de los servicios de mensajerías, servicios auxiliares de las postas o de los talleres de reparación, quedaron sin su fuente de ingresos sin percibir ningún resarcimiento económico.[1]

El anteproyecto, decía que no era conveniente ir en línea recta hacia Córdoba, sino que se debía  seguir por el Camino Real, Cruz Alta, Fraile Muerto, hasta  Villa Nueva , por existir allí  agua buena , en el importante  “Paso de Ferreira”, por donde cruzaban el Río Tercero, las mulas y  carretas que venían con productos de la zona cuyana; pensando en dejar a la ciudad de Córdoba en ser receptora de la producción del norte del país, y así llevar toda la producción en tren al puerto de la ciudad de Rosario para exportar, tratando a la vez de que fuese una gran ciudad-puerto, mas importante que el de Buenos Aires. La extensión de esta línea, Rosario – Córdoba tendría 396  Km. de  recorrido.

Por decreto del gobierno de la Confederación, de fecha 2 de abril de 1855, firmado por el presidente Urquiza y sus ministros, se autoriza la construcción del Ferrocarril Rosario a Córdoba. El gobierno se compromete a entregar tierras para el tendido de líneas, para la construcción de las estaciones, libre de todo gravamen, y las que fueren de propiedad de particulares, se las expropiarían. El negocio de las tierras fue fabuloso, ya que el gobierno entregó a la empresa una legua, o sea 5 km. a cada lado de las vías, 3960 Km2. Al ser derrotado Urquiza por las fuerzas al mando del General Mitre, en la batalla de Pavón en el año 1861, la conducción del país se centralizó en Buenos Aires, y la idea del ferrocarril gestada y proyectada por el general Urquiza, siguió su proceso durante el gobierno del General Mitre, quien es considerado el Primer Presidente Argentino.

El origen de Villa María, contemporáneo al conflicto en Paraguay, fue el principal factor del estancamiento económico de Villa Nueva y el comienzo de la dependencia comunicacional. Los primeros bautismos y matrimonios se asentaron en la parroquia de Villa María en el año1875, ocho años después de su fundación, hasta allí los registros de bautismos, matrimonios y defunciones se asentaban en Villa Nueva. Según Bernardino Calvo la presencia totalmente asimétrica de la diagonal Garibaldi, revela indudablemente su preexistencia al trazado en damero, es el dato fidedigno de la presencia del camino Real al sur de la ciudad de Córdoba o en la llanura y la dependencia histórica de Villa Nueva.

El mentor de Villa María, Manuel Ocampo pertenecía a una familia terrateniente de la provincia de Buenos Aires. Fue un empresario agroexportador que buscaba beneficiarse con el paso del ferrocarril por su estancia o con la venta de tierras ante el vertiginoso aumento de este recurso en un contexto internacional que recibía a nuestro país como productor de materias primas.

El servicio del ferrocarril se libra el 1º de mayo de 1866, hasta Cañada de Gómez (punto donde las armas porteñas aplastaron a los restos de las tropas de la Confederación, 300 muertos). El 1 de setiembre de 1867 se habilitó el tramo ferroviario Bell Ville – Villa Nueva. Los rieles traían el progreso pero también las pestes. A fines de ese año comenzaba la trágica epidemia de cólera. La obra se detiene por falta de fondos. En 1869 se habilita el tramo hasta Oncativo (batalla decisiva con triunfo Unitario, donde los federales pierden el interior argentino en 1830). Los rieles llegan a Córdoba en marzo de 1870, el primer día de ese mismo mes había concluido la guerra del Paraguay, con el triunfo del liberalismo porteño y la destrucción de un proyecto de país. Sarmiento inaugura la vía. ¿Casualidad?

No se saben los motivos por los cuales, en lugar de pasar la línea ferroviaria por la margen derecha del Río Tercero, hasta el Paso de Ferreyra en Villa Nueva, para llegar a Córdoba, se hizo por Carcarañá el cruce del río, así el ferrocarril extendió sus líneas por la margen Norte del Tercero, dando lugar a la instalación de la estación en los campos de Don Manuel Anselmo Ocampo, siendo este el primer paso para la fundación de la ciudad de Villa María. A Mitre y Ocampo, los unían lazos familiares, los suficientes para establecer suculentos negocios con el ferrocarril y las tierras.

Esquina Mitre y Ocampo en barrio Sarmiento(VM), ¿casualidad?

Cuando se trasladó la administración de correos a Villa María, imposibilitando la llegada del telegráfo a Villa Nueva por diez años, cuando Pereyra y Dominguez movilizó juzgados y secretaría municipal del Tercero Abajo y además suprimió el pago del pasaje valijero, sumado a cuestiones naturales harto conocidas, todo esto terminó por dar el golpe de gracia a la autonomía villanovense comenzando la dependencia comunicacional.

La historia nos dice que la experiencia de la municipalidad del Tercero Abajo (única administración en conjunto) no fue feliz. Siempre se habló de anexión desde la margen norte del río, concepto inaceptable para los villanovenses. El hermanamiento que tanto se criticó del lado sur, tuvo más prensa que acciones concretas, para eso está la historia, para aprender de ella. Estratégicamente, es imposible pensar dos ciudades separadas sin un trabajo mancomunado, el conglomerado urbano está estrechamente relacionado con el flujo económico de la región centro. ¿Qué pensarán las futuras generaciones?

[1] SCALABRINI ORTIZ Raúl, (2009) “Historia de los ferrocarriles argentinos”. Reimpresión. Lancellot,  Buenos Aires.P 115

Familias de comerciantes, Villasusso y Piattini

 

Manuel Villasuso Pazo nació el 25 de diciembre de 1848, en Porriño, provincia de Pontevedra en Galicia, España. Llegó a Argentina en 1864, en el vapor “La Luna”, radicándose en Rosario de Santa Fé, en donde fue empleado de la tienda “La Vela de Oro”.

En 1866 llega a Villa Nueva, siendo empleado de la firma “Boyer, Puente y Cía”, la cual se disuelve dos años posteriores, ante esta situación pensó en volver a Rosario donde tenía familiares y relaciones, pero el señor Ramón Boyer le aconsejó que se quedara y que él le facilitaría la apertura de una casa de comercio, mediante el crédito de varios comercios de Rosario, iniciándose así con un negocio de campaña, cuyo patrimonio no alcanzaba los $ 1.000,00. Corría el año 1868. Gracias a la buena marcha de su negocio, a los pocos años incorporó a sus hermanos: Antonio, Avelino y Francisco, naciendo así la firma “Antonio Villasuso y Hnos”.

Con el avance de la agricultura se proyectó la actividad de la firma en las colonias de Santa Victoria, La Palestina, Ausonia, Etruria y La Laguna, siendo reconocida por aquellos colonos por el crédito que recibieron cuando iniciaron sus actividades. En el año 1900 se disuelve la firma y se retira Antonio, los otros hermanos lo habrían hecho con anterioridad, quedando al frente del comercio Manuel Villasuso, incorporándose su hijo Manuel. Años más tarde se sumarían a la sociedad: Andrés Villasuso y Juan Manuel Pereira, hijo y yerno respectivamente del fundador. Si tomamos la fecha de nacimiento Manuel tenía 20 años cuando fundó el comercio, pero la publicación dice que contaba con 14 años cuando llegó de España y por lo tanto 18 en 1868.

José Piattini fue un inmigrante suizo Italiano que se instaló en Villa Nueva y en 1855 fundó el primer molino harinero de la zona y uno de los primeros de la provincia. Con el paso del tiempo incorporaría un motor a vapor para la molienda. También fundaron la casa de comercio en sobre la misma calle San Martín, llegando a ser uno de los empresarios más importantes de Villa Nueva y la provincia. Su hijo Rodolfo fue intendente de esta villa en 1910. La plaga de langosta y la inundación de 1891 provocó serios daños al molino, además la situación se agravó por la crisis económica internacional de 1890, que en nuestro país llevó a la renuncia del presidente Juarez Celman. Podemos conocer datos e imágenes de la inundación gracias al testimonio fotográfico de su hermano Rodolfo y su sobrino Francisco, gracias al aporte documental de Eduardo Puente.

 

 

 

 

“…Joaquín Puente vino de arroyo algodón con su flia y hacia 1914 compró las instalaciones del molino de Piatini que había cerrado un tiempo antes. José Piattini fue uno de los primeros en tener un auto, un Bianchi de aproximadamente 1905. enfrente al molino había un rancho donde vivía un criollo de apellido Ferreyra apodado “el Gaucho” y solía trabajar para Piattini. Mi viejo comentaba que Ferreyra se encargaba de precalentar las bujías del auto para hacerlo arrancar…”

 Eduardo Puente

 

Villa Nueva en el recuerdo.

La casa de los abuelos tiene para muchos un encanto especial, aquella de calle Comercio al 1346 fue la mía. En el recuerdo de emociones, sin registro de imágenes en mi memoria, están mis primeros años, los que daban inicio a la década del sesenta. En la moto Puma cruzábamos el río los tres, con Mamá y Papá, bajábamos del puente y empezábamos a recorrer las calles de Villa Nueva, también era el coche de la Estrella el que nos llevaba, hasta que con el pasar de los años llegamos a tener el auto, el Renault Dauphine. Pero que importancia tenía el vehículo, si en cada visita algo descubría de aquel lugar, de ese pueblo donde había vivido mi Mamá, donde había nacido y jugado en sus calles, en la casona de sus abuelos, en la plaza con sus fuentes y en el parque también.

Los años pasaron y fui grabando en mi memoria cada lugar, cada calle y sus referencias, así en barrio parque ese viejo surtidor en una esquina de la ruta, era lo que quedaba de la estación de Paco Puente, también en calle Belgrano frente al parque esos viejos chalets, en uno de los cuales viviera Matilde Tisera de Gauna, tía de mi abuela paterna, más allá la esquina de los Fernández y en la otra la de los Gorno, luego el club Alem, y llegábamos a la plaza con su ausencia de árboles y de aguas que se elevaban y caían dentro de sus fuentes, en cambio presente estaba, majestuosa e inconclusa, la iglesia, el templo de Nuestra Señora del Rosario, en donde mis padres celebraran su sacramento matrimonial, donde comenzáramos a festejar  en 1967 las bodas de oro de mis abuelos,  y también a mis ocho años viera entrar el féretro de mi abuelo envuelto en la bandera de España. En la esquina, la casa de comercio y arriba la de familia, la de Mossino y en frente esa vieja casona con local en la ochava, que fuera la farmacia del tío Salustiano, ahora vivía Puente con sus antiguos rodados.

Por la Dean Funes “la casa de los gatos”, abandonada con postigos rotos, que dejaban ver algún mueble tapado de polvo, en la esquina siguiente el correo, al lado mismo la casa de Manuel Modesto,  habría todo un capítulo la historia de aquel jefe político, su presencia en el pueblo, su relación con los míos, por allí también estaba la casa de don Juan López, y a la cuadra siguiente aparecía la imponente fachada, con moriscos detalles, de la casa de Maruja Pereira, era de la familia y tenía habilitado el acceso, adentro casi todo como cuando la habitaba la familia completa, el tío y Juan y la tía Paz con sus seis hijos, ahora solo dos, la mayor y el menor, Cacho, y seguía aún fiel en su servicio Herminia Lavandeira, de niña la trajeron a esta casa desde  Lourido, ese barrio diríamos por acá, de Soutomaior, de allí también  llegaron no pocos gallegos, que adoptaron a Villa Nueva como su tierra de pertenencia. En frente la escuela de Señoritas, la República de Bolivia, también a ella ingresaba de la mano de Juanita Blanco, mi tía, tanto un día de clases común, como para la fiesta nacional de Bolivia, que se celebraba con coloridos bailes y consular presencia del representante del pueblo del altiplano. Otras señoritas completaban esas visitas, Gloria, Norma, Iris, Nelly, María Rosa, entre otras, los juegos y algunos animales embalsamados, completaban la aventura de la visita. Al girar y subir a la ruta, para algunos el “macadan”, en la próxima esquina aún en pié una vieja casa, “cortada” por el ensanche de la  calle al trazarse la ruta, esa era la casa natal de las hermanas Blanco, allí vivió mamá sus primeros años, enfrente mismo la panadería de Guelfi, por la misma vereda casi en el otro extremo de la cuadra la panadería de Bussone y Martina, y en medio de las dos, unos cuantos años atrás otro colega de los mismos don Valentín Bertinotti, al frente mismo de esta casa, la de mis abuelos, con el vacío salón, donde Salvador Blanco, en la década de 1930, continuara con la que fuera la casa Villasuso Hnos. Al entrar allí sí que tenía todo habilitado desde el cariño, en aquellos abrazos con beso del abuelo sentado en su mecedora, estratégico lugar desde donde seguía el movimiento de la casa, escuchaba la radio y veía tras un vidrio enmarcado, la imagen de su aldea natal, pasado y presente se unían, mientras se mecía en el mar de  su vida. La abuela en mi niñez nunca quieta, años más tarde un tanto más tranquila, cuidada y mimada por sus hijas, en la mesa no faltaba el buen postre y el vino, esa era mi aventura, cuando comenzaba a abandonar la niñez, el vaso de vino y la copa de jerez.

Tras la soleada galería, donde asomaba el jazmín celeste, la cocina y el lavadero, en donde una canilla de dimensiones mayores, salía el agua más fresca, la que extraía el bombeador. Y de allí la puerta, hecha por el abuelo, era diestro con la madera, y así su huella estaba casi en toda pieza de la casa donde hubiera algo de ese material, se habría aquella y entrabamos al patio, el lugar del juego con los primos, los más cercanos y también los hijos de los primos de nuestras madres, no faltaban los vecinos, Pascual Cepo y Douglas Gatti. Todo en aquel espacio se convertía según nuestra imaginación, los senderos entre los frutales y cítricos, la canaleta rodeada de calas, y al fondo el corral de las gallinas, a un costado la quinta de hortalizas y verduras, las higueras y la planta de vetiver que habían traído, de entre otras varias plantas exóticas, de la casa paterna de los Villasuso.

Para completar la atracción de este espacio, teníamos la carretilla hecha de madera con rueda de hierro, en la cual nos turnábamos para ser llevados en veloz paseo por el predio, eran  los primos el motor de aquel vehículo, cuando no, nuestra querida Pirula ( María de las Mercedes Blanco ), y como si fuera poco, el galpón con ancha puerta de chapa de zinc, techo de igual hechura, allí estaba el banco de carpintero, las herramientas, la vieja cuna de hierro de las niñas de la casa, en la pared colgaba la publicidad de la empresa naviera, cuyos boletos vendieran en el tradicional comercio de la familia, con todo esto que más necesitábamos, para que nosotros, al igual que el abuelo navegáramos en nuestros sueños, que se convertían en realidad con solo ponerle nuestra cuota de imaginación. Quedan muchas más vivencias, más nombres y más casas, que alimentan estos recuerdos, estos sentires, que fueron del pasado, pero qué al nombrar solamente Villa Nueva, como la naturaleza en primavera renacen y se manifiestan presentes, en el latir del corazón y la húmeda visión.

“Polo” Oliva, descendiente de la familia Villasusso-Pereyra.


 

La vida cotidiana en la Villa Nueva del Rosario

Mediados del siglo XIX

 

El análisis de la vida cotidiana no implica el estudio de algo intrascendente, sino que es aquello que afecta al grupo de la gente, todos los días, es decir comprende el diario vivir, la existencia individual y social.

Cuando los historiadores nos cuentan que la simbología y los lemas expresan el deseo de grabar en la memoria de los habitantes la presencia del régimen y su poder, no nos dicen que todos los segmentos de la historia tuvieron su simbología.

Manuel López “Quebracho” adoptó como propia la simbología Rosista, trayéndola a Villa Nueva con su hijo José Victorio. La divisa Punzó, la estrella federal o la cruz del sur fueron los símbolos que representaron aquella ideología, los moños en las mujeres y el cintillo en los hombres. También se embanderaban las viviendas o los edificios públicos con enseñas rojas.

Todo habitante de la provincia de Córdoba que cabalgase, deberá llevar testera y colera punzó, la contravención era castigada con multas o trabajos públicos.

Los símbolos no solo manifestaron la adhesión política sino que expresaron un control social, pero esto no fue exclusivo de Córdoba sino de todas las provincias.

Los Lemas fueron expresiones gráficas para difundir los ideales de sus jefes principales y cobraron una pronta y rápida difusión en toda la provincia y Villa Nueva no fue la excepción.[1]

“Federación o Muerte” y “Viva la Federación, mueran los salvajes unitarios” eran los dos lemas que sobresalían.[2]La vida política solo será posible en la federación o confederación, implementada por Rosas y sostenida por Estanislao López, lo contrario es la muerte de la identidad nacional y los que se opongan a ello deben morir. El término unitario era empleado no solo para los que pregonaban estas ideas sino para todos los opositores del gobierno provincial. Desde 1836 la papelería oficial llevó la inscripción “vivan los inmortales Rosas y López”.[3]

Hacia 1840 Villa Nueva era un poblado importante en la llanura cordobesa, cabecera del departamento Tercero Abajo junto a las poblaciones de Fraile Muerto, Cruz Alta, Las Mojarras, Monsalvo y San Juan Bautista[4]. Contaba con una Posta (Posta de la Parada, antigua posta del paso de Ferreyra) y un batallón que trascendía a nivel nacional, hospital, iglesia y cementerio. Sus principales edificaciones eran construidas con adobes y techos de paja cocida y en el mejor de los casos con cielos rasos de cañas y terminaciones de tejas.

El batallón López apuntalaba las defensas de Río Cuarto, La Carlota, Sampacho, el fortín de Santa Catalina, Saladillo, Fraile Muerto y Achiras. Esto sucedía en las épocas de guerra contra el malòn, pero se debe aclarar que la guerra no siempre conmovía la frontera. En tiempos de paz eran fluidas las relaciones entre ambas sociedades.

Los insumos o artículos de uso diario llegaban a Villa Nueva provenientes desde Córdoba, aunque el ganado llegaba desde el departamento Tercero Arriba o desde Río Primero, todo esto no era solamente para el escuadrón sino para la población en general y desde aquí también se proveía a Fraile Muerto (Bell Ville).

La comida es un componente esencial de la vida material de los hombres, la permanencia o los cambios en los hábitos alimenticios ayudan al investigador a descubrir buena parte del rostro de una cultura.[5]

La dieta diaria consistía en los vicios como tabaco, mate y azúcar, el café lo consumían solo los oficiales de alto rango[6], vino, leche de cabra, zapallo, choclos, mazamorra, locro, empanadas, puchero, guisos, humita, carne de oveja asada y sopa de carne de vaca. A esto se sumaban animales salvajes como ñandúes, peludos o iguanas. La siembra de granos y hortalizas constituía una tarea de todo el cuartel.[7]

      Las costumbres y las vestimentas son dos importantes indicadores sociales, sirve para diferenciar a los individuos y a la vez nos habla de sus gustos e influencias culturales.

En los poblados de frontera como Villa Nueva, la llegada de un viajero era motivo de reunión, de conversación y de fiesta.

Mientras algunos extranjeros comentan la costumbre de hablar en forma arrastrada y lánguida del cordobés, otros destacan el hábito del mate, el gusto por los fuegos artificiales, por caminar descalzo o tocar la guitarra en alguna pulpería.

La costumbre de dormir la siesta era común tanto en la campaña como en la ciudad. En cuanto a las vestimentas en la campaña el hombre vestía muy sencillo:

Se cubría con un poncho que luego le servía como abrigo y de frazada cuando dormía a la intemperie, usaba chiripá, botas de cuero de potro, las mujeres con vestidos hasta los pies y usaban el cabello trenzado que caía sobre la espalda, en general el arreglo era muy simple.

Tanto el hombre como la mujer estaban influenciados por la moda española, el frac austero y siempre oscuro de paño o felpa.[8]

El concubinato era muy común en el pueblo, en épocas de crisis se les obliga “ponerse a rancho” donde varias personas convivían, esto se utilizaba para ayudar a la economía provincial en el ahorro de alimentos.

Los caballos y las carreras cuadreras eran la gran afición de Manuel López y su hijo. En muchas cartas se detallan aspectos de este deporte, la compra o venta de un caballo, las apuestas, los desafíos, los jinetes. Además de las carreras existían otras distracciones para los fines de semana como las riñas de gallos, el billar, las bochas, galopar el caballo preferido o una partida de naipes

Las fiestas cívicas y los Bailes federales fueron más modestas en la campaña, por la precariedad de los recursos, se realizaban como una manera reiterada de mantener fresca la memoria del pueblo y también como advertencia a sus enemigos demostrando el poderío de sus fuerzas[9]. Eran especiales los preparativos en Río Cuarto y Villa Nueva, eran comunes y clásicos, sobre todo los 25 de mayo, los 9 de julio o también durante celebraciones federales, triunfos rosistas o lopiztas como el 30 de agosto o 24 de septiembre. Aunque se trataba evitar las diversiones nocturnas, las borracheras, el juego y el bullicio para evitar un ataque sorpresa de la indiada.

 

“…por ninguna manera promuebas diversión de vayles con frecuencia, a menos que sean las funciones clásicas…concurriendo en todas estas ocasiones con toda circuspeccion y hasta horas regulares: el gefe siempre debe mesquinarse, aunque algun tanto los subalternos nos pasen de la hora y se exedan… la mucha frecuencia de bayles es verdad sirve para amalgamar rencores y desabenencias de familias, pero es cuando por otra parte no concurre, sino, un objeto noble, sincero y justo el cual debe ser el norte de tu proceder…”[10]

Para el 25 de mayo se repartían proclamas y al amanecer, como se acostumbra en nuestros días, se disparaban las salvas correspondientes luego de que cada capataz leyera las proclamas a sus respectivos escuadrones. Lo mismo se hacía en Fraile Muerto y en el Saladillo. Para pascuas solía venir desde Córdoba el violinista José María Acosta. El carnaval representaba una inversión del orden social vigente: lo prohibido estaba permitido y con esto aparecían los excesos.

En cuanto a los oficios, puntualmente la construcción, desempeñaron sus labores distintos maestros albañiles que también eran enviados al Saladillo o al Fraile Muerto, por ejemplo:

Francisco Olivera venía desde Córdoba. El maestro herrero Tula y el carpintero Juan Sarachaga, quién utilizaba madera de los montes de Yucat. El maestro sastre era Pedro Gigena, el zapatero era José María Guzmán y lo apodaban “Negro Chepe”, este artesano instaló por un tiempo su carpintería en Villa Nueva donde también enseñaba el oficio. El pintor de la iglesia era Felix Reboll.

La mayor parte de los recursos del erario estaban afectados a los gastos militares, aunque los informes de los preceptores de escuelas , maestros de primeras letras, junta de inspección, demostraron que el gobierno dedicó atención a la enseñanza de primer nível.[11]

En la escuela de Villa Nueva se leían los impresos, boletines o diarios donde se conocían los acontecimientos sucedidos meses antes. En esta época desempeño su actividad Evaristo Arias quién fuera el primer maestro y tío de José Victorio López, luego se destacaría Romualdo Urtubey. También se enseñaba en la escuela del escuadrón algunos oficios como el de zapatero o herrero.[12]

                        En materia sanitaria, la población de la ciudad de Córdoba podía atenderse en el Hospital Público de Pobres, pero en Villa Nueva, el hospital era militar de campaña, por lo tanto se padecía la carencia de recursos sanitarios que llegaban desde Córdoba al igual que los facultativos.

El protomedicato (una especie de ministerio de salud) estuvo dirigido por distintos profesionales como Justiniano Posse, que a su vez designaban médicos a las guarniciones de fronteras como Mateo Luque en Río Cuarto, o Sabino O’Donell en Villa Nueva. La atención de los enfermos estaba a cargo de los habilitados para curar, que por lo general eran religiosos. Generalmente los botiquines de campañas contenían: algodón, tira emplástica, vendas, rof lafacteur, piedra infernal, azúcar cristalizada, ungüento mercurial, serato simple, pimienta cubeta, alcanfor, nitrato de plata, purgantes drásticos, sulfato de magnesia, lino en polvo estrato opio acuoso, unto sin sal en rama, hilos, sulfato de cinc y vacunas contra la viruela.[13] Las enfermedades más comunes de la época eran sífilis, lepra, tuberculosis, la viruela, pulmonía, y verruga. Esta última afectó con frecuencia a las tropas de fronteras y provocaba fiebre alta y hemorragias, por tal razón los afectados eran enviados a Córdoba:

           

Las procesiones y rogativos públicos eran más que frecuentes. Cualquier motivo congregaba a los peregrinos a largas y coloridas procesiones, las inclemencias del tiempo, los desequilibrios ecológicos, guerras o revoluciones o la amenaza de invasiones indígenas, eran motivos más que suficientes[14].

En las poblaciones de fronteras procuró establecer un edificio para la práctica del culto a pesar de la precariedad de los recursos del estado.[15]

La obra de la capilla Nuestra Señora del Rosario [16] fue el gran desafío de José Victorio López durante y después de su función como jefe del escuadrón. En julio de 1846 ya estaba listo en Córdoba el altar portátil para la capilla de los López.

Muchas veces se interrumpió su construcción como en diciembre de 1848 por el descontento con los maestros constructores Ríos y Olivera quienes se echaban la culpa mutuamente, por lo que se solicitó la presencia de otros como Patiño o Roqué.

En enero de 1849 se reciben tejas y el plano de la capilla y en 1850 Don Melitón de las Casas dona $250 (doscientos cincuenta pesos) de su bolsillo para dicha obra.[17]

Hacia mediados de siglo, Villa Nueva cuenta con su primer cementerio público.

En aquellos años el juez pedáneo era Melitón de las Casas, conocido comerciante a nivel provincial, este mismo envía los títulos de maestro de posta a Don Salustiano Carranza. De estas correspondencias extraemos que a la posta del paso de Ferreyra también se la llamaba “Posta de la Parada”, en clara alusión al descanso previo antes de cruzar el río.

No se escatimaban esfuerzos para guardar el orden público, en febrero de 1846 se prohíbe la venta de licor para evitar los excesos que esto provocaba, imponiéndose una multa de diez pesos o tareas públicas al que lo vendiera.

También se castigaba la violencia de género o violencia familiar.

“…nada es más conveniente, ni más justo que privar toda venta de licor para que se guarde un mejor orden en esa población y la moralidad en las familias, imponiendo una multa de diez pesos a los que se sepa haber vendido tal especies…”[18]

Los jueces de Paz y Pedáneo equivalían a la policía, perseguían a los ladrones y salteadores en los lugares alejados de los pueblos. Los delitos más comunes como el robo de tropillas eran castigados con la pena de azotes, tareas públicas y en el peor de los delitos la muerte como en el caso de las deserciones.

El río, elemento natural que marcó los destinos de esta región, fue la reserva de agua, alimentos o de materiales para la construcción en la Villa Nueva Rosista pero tambien traía el dolor y la muerte con las inundaciones pero sobre todo con la seca, que traía a la par.

 

[1] FERREYRA, Ana Inés. Estado Provincial y Economía  en Córdoba. Op Cit. Passim.
[2] FERREYRA, Ana Inés. Estado Provincial y Economía  en Córdoba. Op Cit. Passim.
[3] FERREYRA, Ana Inés. Estado Provincial y Economía  en Córdoba. Op Cit. Passim.
[4] ARCONDO, Aníbal. La población de Córdoba según el censo de 1840. Córdoba: UNC, Serie de estudios Nº31, 2000. Op Cit. p, 17.
[5] FERREYRA Ana Inés. Elite Dirigente y…  Op Cit, p 185.
[6] Ibid, p 186.
[7] FERREYRA Ana Inés. Elite Dirigente y… Op Cit, p 186.
[8] FERREYRA Ana Inés. Elite Dirigente y… Loc Cit, passim p, 188-194.
[9] FERREYRA Ana Inés. Elite Dirigente y… Op Cit, p 159.
[10] FERREYRA, Ana Inés. Cartas Entre Padre e Hijo. Tomo I.  Op Cit,p 86-86
[11] FERREYRA Ana Inés. Elite Dirigente y… Op Cit, p 194.
[12] Ibid, p 92.
[13] FERREYRA Ana Inés. Elite Dirigente y… Op Cit, p 184
[14] FERREYRA Ana Inés. Elite Dirigente y… Op Cit,  p 171.
[15] Ibid, p 168.
[16] Asi figuran los archivos parroquiales aunque ,se nombre como la capilla de los López.
[17] Ibid .
[18] Ibid p, 48.

 

El Ejército de Buenos Aires en Villa Nueva

Villa Nueva fue parte del escenario principal de esta guerra de policía, fue centro de la represión y vigilancia en la provincia de Córdoba. Durante el segmento comprendido entre 1861 y 1869 tanto Wenceslao Paunero, Emilio Conesa y finalmente Joaquín Viejo Bueno se sucedieron en la conducción de las tropas porteñas que se acantonaron en estas tierras.

La vanguardia encabezada por Baigorria y donde también se encontraba Domingo Sarmiento como auditor de guerra llegó a Villa Nueva en diciembre de 1861.Wenceslao Paunero, asumió la gobernación de Córdoba el 28 de febrero de 1862.

El 17 de setiembre de 1861 chocan los ejércitos junto al arroyo Pavón, jurisdicción de Santa Fe.  La caballería porteña se desbanda; ceden la izquierda y la derecha ante el empuje de las cargas federales. Pero algo ocurre a los victoriosos, Inexplicablemente Urquiza se retira del campo de batalla.  Lentamente, al tranco de sus caballos, los jinetes entrerrianos se van. Inútilmente los generales Benjamín Virasoro y Ricardo López Jordán –en partes de batalla fechada “en el campo de la victoria”- hacen saber a su jefe el triunfo obtenido. Creen en una equivocación de Urquiza.  ¡Si nunca ha habido triunfo más completo!  Pero Urquiza no solamente sigue su retirada sino que ordena la de todos los suyos.  En Rosario se embarca para Diamante con las divisiones entrerrianas.  Mitre, detenido en su fuga por el inesperado cariz que tomaban las cosas es invitado gentilmente a recoger los laureles de su primera y única victoria militar.

¿Qué pasó en Pavón?… Es un misterio no aclarado.  Solamente pueden hacerse conjeturas: que intervino la masonería fallando el pleito a favor de los liberales y sin que Urquiza pagara las costas (las pagó el país); que un misterioso norteamericano, de apellido Tateman, fue y volvió de uno a otro campamento en un carruaje con inmunidades; que Urquiza desconfiaba de Derqui y prefirió arreglarse con Mitre dejando a salvo su persona, su fortuna y su gobierno en Entre Ríos.  Todo puede creerse menos lo que dijo Urquiza en su parte de batalla: que abandonó el campo de lucha “enfermo y disgustado al extremo por el encarnizado combate”.  

Derqui, ingenuamente, intentará la resistencia.  El grueso del ejército nacional fue puesto a las órdenes del general Sáa hasta el regreso de Urquiza.  Porque cree en la enfermedad de Urquiza, le escribe deseándole “un pronto restablecimiento” y rogándole que “vuelva cuanto antes a ponerse al frente” pues está intacto.  Mitre que anunciaba su victoria por el trompeteo de los periódicos porteños no puede moverse de la estancia de Palacios pues no tiene caballada; si Urquiza volviese, en una sola carga daría cuenta de los porteños.

Finalmente, Mitre, que no las tiene todas consigo y está desconcertado por la victoria, empieza a moverse de Pavón a Rosario. Cuidadosamente limpia el camino de todo hombre en edad de combatir.  Sarmiento, desde Buenos Aires, se lo aconseja al saber la noticia de pavón: “no trate de economizar sangre de gauchos.  Este es un abono que es preciso hacer útil al país.  La sangre es lo único que tienen de seres humanos”. Aquella es una guerra social: la victoria estará en la eliminación del pueblo.  Agrega Sarmiento en la misma carta: “Para Urquiza, o Southampton o la horca”. Ni una ni otra.  Urquiza quedará en Entre Ríos y no perderá una sola de sus vacas.  Cuando Derqui se da cuenta de que Urquiza no quiere volver a este lado del Paraná, opta por eliminarse de la escena.

Urquiza tiene a trece provincias a sus órdenes y a un partido que es todo, o casi todo, el país.  Tiene el ejército intacto.  Se lo espera con impaciencia. (Rosa, 2008)

Al ser “derrotado” Urquiza por las fuerzas al mando del General Mitre, en la batalla de Pavón en el año 1861, la conducción del país se centralizó en Buenos Aires, y la idea del ferrocarril gestada y proyectada por el general Urquiza, siguió su proceso durante el gobierno del General Mitre, quien es considerado el Primer Presidente Argentino. No era una empresa de paz la que le esperaba en el interior, por eso mandó guerreros mercenarios. Por eso no mandó parlamentarios.

 

Matanza de Cañada de Gómez

Pero Urquiza no llega.  Las divisiones mitristas a las órdenes de Flores, Sandes, Paunero, Arredondo, Rivas, entran implacablemente en el interior.  Hombre tomado con la divisa punzó es lanceado; si no lleva la divisa es incorporado a los invasores o mandado a la frontera a pelear con los indios.

Venancio Flores, que antes fue presidente de la República Oriental por una revolución de los colorados, es jefe de la vanguardia de Mitre.  Se adelanta a Cañada de Gómez y sorprende, el 22 de noviembre, al grueso del ejército federal que sigue esperando órdenes de Urquiza.  Flores pasa a degüello a trescientos hombres e incorpora a los demás. Tras Cañada de Gómez se desataría una ola de sangre, que superaría cualquier coyuntura histórica de nuestro país porque el pueblo estaba solo ante la invasión porteña y los puñales orientales de Flores, Paunero, Sandes y compañía Urquiza, el jefe federal, descansaba en el palacio de Entre Ríos asegurado por las promesas de Mitre.

El General Benjamín Virasoro ocupó el lugar del gobernador entrerriano. Representante del interior ante la entrega de Urquiza. Esa limpieza de criollos que hace el ejército porteño en 1861 y 1862 es la página más negra de nuestra historia, no por desconocida menos real.  Hay que “poner al país a un mismo color” eliminando a los federales.  Los incorporados por Flores, de la División de Córdoba, desertan a la primera ocasión y en adelante no habrá más incorporaciones: degüellos, nada más que degüellos.

No lo hace Mitre, que no se ensucia las manos con esas cosas; tampoco Wenceslao Paunero, jefe de la expedición serán: Sandes ( se casa en Villa Nueva con Antonia Freites y tienen una hija, Cenobia Sandes), Flores, Arredondo, Rivas, son mercenarios contratados por el mitrismo.  Y los degolladores materiales serán italianos, hábiles para la daga si tienen al criollo maniatado o dormido. Avanza la ola criminal al norte para establecer por todas partes “el reino de la libertad” como dice La Nación Argentina, el diario de Mitre.

Luego de la batalla de Pavón, la intervención y ocupación de la provincia de Córdoba fue realizada por  tropas porteñas. Establecieron su campamento en Villa Nueva, José Victorio López comenzó a organizar la resistencia, por lo tanto se convirtió en fugitivo de las tropas mitristas encabezadas por el General oriental Wenceslao Paunero. En esta situación José Victorio López se enfrentó con sus coterráneos Fernando Freytes, y con Salustiano Carranza representante local del liberalismo porteño.

La posición geográfica de nuestro pueblo fue utilizada por causas tan distintas como contradictorias. Durante la época de Rosas fue bastión “lopizta” y defenestrada públicamente por los intelectuales de la ciudad mediterránea. Mientrás que en la segunda mitad del siglo XIX se convirtió en la guardiana de los intereses porteños (mitrista principalmente).

Queda demostrado el interés de los porteños en controlar en primer lugar Rosario, para apoderarse del puerto fluvial y desde allí controlar la ruta al Paraguay (que ya estaba en la mira). Luego por tierra llegar hasta el tercero, encrucijada de los caminos hacia el norte y hacia cuyo. Esto lo podemos confirmar finalmente en 1871 cuando en el senado propuso a Villa María como territorios a federalizarse como capital nacional pero el veto de Sarmiento dio por terminada la discusión.

 

La acción local estaba representada por Salustiano Carranza, mientras que los rebeldes como José Victorio López o Desiderio Burgos debieron exiliarse en la clandestinidad de los montes cercanos desde donde intentarán desestabilizar a las tropas de invasión.

José Victorio López le escribía desde Pampayasta al Brigadier General Benjamín Virasoro:

“…cuente siempre que no omitiré sacrificios ni medio alguno a fin de ayudarlo y que consigamos el fin que los buenos patriotas nos hemos propuesto…no le extrañe no le haya contestado antes, pues todo este tiempo he andado de un lugar a otro, a fin de agitar la reunión y organización de una parte de las fuerzas de esta provincia, que deben ponerse en actitud de escarmentar a los rebeldes de Buenos Aires…”. [1]

 

Villa Nueva fue parte del escenario principal de esta guerra de policía, fue centro de la represión y vigilancia de la provincia de Córdoba. Durante el segmento comprendido entre 1861 y 1869 tanto Wenceslao Paunero, Emilio Conesa y finalmente Joaquín Viejo Bueno se sucedieron en la conducción de las tropas porteñas que se acantonaron en estas tierras.

La vanguardia encabezada por Baigorria y donde también se encontraba Domingo Sarmiento como auditor de guerra llegó a Villa Nueva en diciembre de 1861.Wenceslao Paunero, asumió la gobernación de Córdoba el 28 de febrero de 1862.

 

Tenía como objetivos principales:

  • Sacar del poder a Félix de Allende y colocar nuevamente a Félix de la Peña.
  • Terminar definitivamente con el gobernador de San Luis, Juan Saá, “lanza seca”.
  • Asegurar la provincia de Córdoba como bastión “Liberal” y desde aquí controlar las provincias rebeldes de la La Rioja y Catamarca y sus caudillos (“chacho” Peñaloza).

Fue mirado como un extraño, el rechazo era continúo y recíproco, favoreció claramente al líder liberal Félix de la Peña y a Justiniano Posse, que fue elegido gobernador el 16 de marzo de 1862. Dividió el ministerio general en dos: de Gobierno y de Hacienda. Los problemas empezaron apenas se retiraron las tropas de Paunero hacia Villa Nueva, creó el Departamento de Pocho, el 13 de setiembre apareció “El Eco de Córdoba”, creó la Comandancia General de los Departamentos Río Cuarto, Tercero Abajo y Arriba y Unión, nombrando como jefe a Manuel Baigorria. Los pobres criollos gritan ¡Viva Urquiza! al morir, apretando la divisa colorada.  Seguirá la matanza en Mendoza, San Luis, la Rioja, Córdoba, mientras resuene el ¡Viva Urquiza! y se vea la roja cinta de la infamia.  Que viva Urquiza mientras mueren los federales.  Y Urquiza vive.  Vive tranquilo en su palacio de San José y en su gobierno de Entre Ríos, porque ha concertado con Mitre que se le deje su hacienda y su gobierno a condición de entregar a los urquicistas.  Hace votar a Mitre para presidente de la República a los electores de Entre Ríos. (Rosa, 2008).

En la sublevación que protagonizó Josef Simón Luengo en 1867, con una suma de dinero incautada a la Nación, abonó sueldos y gratificaciones a Jefes y Oficiales de la guarnición local sin atribuirse un solo peso a sí mismo. Seis en doce años de lucha fueron los hechos de armas que le dieron fama al Comandante orillero de Córdoba, porque “Córdoba no le dio montoneras a Luengo”, explica Luis Frías, “encontrará prosélitos en la ciudad y sus contornos, algún medio centenar de pardos artesanos, contados vecinos de las quintas, desde luego sus compadres y ahijados y más de un asiduo contertulio de las innumerables esquinas de dudosa trastienda”, así como miembros de la pandillas rivales de abajeños y arribeños de los suburbios.

 En el interior provincial encontró eco en la polarizada Villa Nueva quién se debatía entre los que seguían a José Victorio López (federal neto) y los que adherían a la causa liberal porteña representada en nuestro pueblo por Salustiano Carranza Esta fuerza reducida pero decidida y la cercanía física a la sede del poder provincial explican la efectividad militar y política del Comandante Luengo.

Tanto el cordobés como su jefe inmediato estaban totalmente desilusionados con el abandono de sus ideas y de su gente que había hecho el general Urquiza, y planeaban una revolución para despojarle del gobierno y reiniciar la lucha contra el liberalismo porteño. Simón Luengo será el encargado de comandar la partida que se dirigirá al Palacio San José a tomar prisionero al Gobernador; a las siete y media se produce el ataque. Urquiza se resiste a balazos y los rebeldes lo ultiman y huyen sin llevarse absolutamente nada.

[1] Archivo del General Mitre,1911,Buenos Aires, Biblioteca de “La Nación”. Tomo IX, p.238